martes, 20 de septiembre de 2011

Cumple ¿feliz?

Siempre que se acerca mi cumpleaños, me pongo a pensar lo mismo... y encontré esta nota de Sebastián Wainraich que refleja muy bien lo que pienso, espero que les guste.


Cuando era chico, el mejor festejo de cumpleaños era un partido de fútbol primero y una merienda de panchos y Coca después. Invitaba a las nenas porque mi mamá me obligaba, y ellas se quedaban a un costado y jugaban a bailar, a hacer coreografías o se entretenían en el inexplicable y aburrido elástico.

Después, llegaron los asaltos a oscuras en el living, con los lentos y con la seria chance de ganar un beso en la boca, de apretar con alguna chica que gustase de uno o que nos tuviera piedad por ser nuestro cumpleaños. El beso podía ser en el baile o en el semáforo o en el Verdad-Consecuencia.

De adolescente, el cumpleaños era amontonar amigos y amigas en un lugar para bailar, histeriquear y luchar por un premio sexual. No siempre terminaba bien. Y no tenía coronita el del cumpleaños. En esa época, el mundo empezaba a dividirse entre borrachos y abstemios, entre vírgenes y experimentados, entre pacatos y calientes, entre extrovertidos y tímidos, entre ombligos que intentaban destacarse toda la fiesta y el estereotipo de pseudointelectual que quería hacerse el interesante y se iba solo a un costado y hacía que pensaba y nos miraba a todos como desde un atril. Esos años se terminaron.

El problema es de grande. ¿Cómo festejar los cumpleaños ahora? ¿Hay que festejarlos? ¿Por qué? ¿Para qué? En realidad, vuelvo a la primera pregunta: ¿cómo? Intenté por todos lados. Me equivoqué y lo hice en un boliche: una de las peores noches de mi vida. Nadie lleva regalos a un boliche. Mis amigos se mezclaron con los desconocidos que bailaban como en una noche cualquiera. La música sólo permitió escuchar el feliz cumple de mis invitados para después verlos perderse por la pista. El boliche me dio unos cuantos vales para que todos pudieran tomar tragos. Se terminaron. Algunos se fueron sin tomar, otros pagaron, a otros llegué a pagarles. Creo que me fui llorando.

Lo festejé también en un pub con metegoles, pool, ping pong. A la hora se termina el chiste. Ya todos jugaron a todo. En un momento, la pelotita de ping pong se usa para jugar al metegol y los palos de pool rompen cinco vasos de vidrio. Llega la torta, se canta, se sopla, se van todos y uno se queda solo con los pocos regalos que llegaron. Triste.

Alguna vez lo festejé en mi casa, sólo con amigos hombres. No estuvo mal. Se habló de sexo, mujeres, fútbol y política con la boca llena de pizza y empanadas. Hicimos chistes infantiles. Alguno mostró sus nalgas. Nos reímos. Nunca más repetí ese cumpleaños. No tuve las agallas que hay que tener para defender la idea ante mi mujer.

Un año, arriesgué y organicé una reunión mezclando todo mi entorno, como si todo el peronismo se uniera en una noche: izquierda, centro, derecha. Estuvieron mi mujer, mi familia, mis amigos más viejos, mis amigos más nuevos, las amigas de mi mujer, compañeros de trabajo. Todos juntos.

No funcionó. No pude relajarme. No supe con quién estar. Sentí que nadie la pasaba bien. Que no merecía que todos estuvieran ahí por mí. Quise que terminara rápido. Sentí vergüenza por unos, por otros y por mí. Pensé todo el tiempo: "El año que viene lo festejo de otra manera".
Ya es el año que viene, y ahora que lo pienso, sería lindo festejarlo con un partido de fútbol primero y con panchos y Cocas después no?

viernes, 9 de septiembre de 2011

El primer edificio móvil del mundo

Esta vez, fue Finlandia la que les ganó a todos los demás países que compiten para estar a la vanguardia de las construcciones. La compañía finlandesa Neapo Oy construyó el primer edificio móvil del mundo.
El edificio es un bloque de oficinas de tres pisos de 220 toneladas de peso. Está construido sobre una plataforma de 33 por 12 metros y tiene 12 metros de altura.


Fue transportado hoy en una barcaza desde los astilleros STX en el archipiélago de Turku, al suroeste de Finlandia, hasta un solar en alquiler junto al mar, donde fue depositado con ayuda de una grúa.
Según trascendió, una vez que termine el contrato de alquiler, los propietarios tienen intención de mudar el edificio a una nueva localización. La misma deberá estar también próxima a la costa, ya que por las dimensiones no se puede transportar por tierra.


Las oficinas cuentan con un total de 864 metros cuadrados que sólo tardaron ocho meses en construirse. La estructura está formada por paneles de acero especiales patentados por la compañía constructora, que, según sus responsables, destacan por ser un material muy resistente, rígido y ligero, además de relativamente barato.